En la Venezuela de hoy, la crisis humanitaria compleja se fusiona con el acelerado desmantelamiento del espacio cívico y democrático. En este escenario de represión, ha surgido una nueva y silenciosa arma de control: la tecnología. Cada clic, publicación y movimiento digital de activistas políticos, sociales y defensores de derechos humanos es vigilado, perfilado y criminalizado, en una estrategia que marca el avance del autoritarismo digital.
La vigilancia tecnológica
Lo que antes eran plataformas de entretenimiento y expresión, redes sociales como X, Instagram o TikTok, hoy son trampas para monitorear, intimidar y controlar a quienes exigen y defienden derechos humanos y la democracia en Venezuela. El gobierno ha desarrollado un ecosistema de vigilancia que utiliza software avanzado para rastrear las interacciones de los ciudadanos, creando un perfil detallado de cada activista. El objetivo es claro: diseñar campañas de hostigamiento personalizadas y neutralizar cualquier voz disidente.
Además, herramientas como el Carnet de la Patria y sistemas biométricos, que bajo la fachada de eficiencia administrativa parecen inocuas, en realidad forman parte de un engranaje de control masivo. Estos datos se cruzan con información de redes sociales, grupos de chat, llamadas telefónicas y patrones de movilización, permitiendo al gobierno identificar, ubicar y detener a cualquier persona considerada una amenaza potencial. Esta sofisticación va más allá del monitoreo: predice y neutraliza comportamientos antes de que se materialicen.
Represión 2.0: la criminalización digital
La persecución ha dado un salto cualitativo. Los medios que integran la plataforma comunicacional de Estado, junto con otros aliados afines ideológicos y políticos, con el apoyo de redes automatizadas, inundan el espacio digital con campañas de desprestigio y estigmatización contra defensores de derechos y activistas políticos. Estos ataques no solo buscan silenciar a los activistas, sino deshumanizarlos, etiquetándolos como “agentes extranjeros” o “terroristas”. Las redes de propaganda estatal amplifican estas narrativas a través de bots y algoritmos, logrando que el mensaje oficial se imponga y que cualquier disidencia se vea asfixiada ante el avance de la desinformación.
A través de una maquinaria bien estructurada de medios afines, influencers leales y cuentas automatizadas, el gobierno se impone y domina la narrativa pública. Las voces críticas, especialmente aquellas que defienden los derechos humanos y le democracia, son constantemente atacadas y desacreditadas. Este control informativo no solo sofoca la verdad, sino que convierte mediáticamente a los activistas en enemigos públicos, incrementando los riesgos y limitando su capacidad de acción.
La velocidad y escala de esta manipulación informativa deja a las organizaciones de derechos humanos en una posición vulnerable, incapaces de contrarrestar de manera efectiva la desinformación en tiempo real.
El impacto en el espacio cívico
Este uso intensivo de la tecnología para reprimir ha tenido efectos en el ya reducido espacio cívico de Venezuela. Las organizaciones de la sociedad civil han sido forzadas a reinventarse, invirtiendo en costosas medidas de seguridad digital. Muchos activistas han optado por la autocensura, o incluso el anonimato, en un intento por protegerse de la constante vigilancia.
El miedo a la infiltración digital ha fragmentado a los movimientos sociales y ha debilitado las redes de apoyo que son esenciales para la lucha por los derechos humanos.
Las reuniones presenciales, antes vitales para la movilización social, han sido diezmadas, y la paranoia y la cautela están marcando la pauta en las formas de comunicación y relacionamiento, con mayor intensidad después de la represión gubernamental a las numerosas protestas ciudadanas en rechazo a los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, que decretaron como ganador a Nicolas Maduro.
Tecnología: la espada de doble filo en la crisis humanitaria
En medio de esta represión digital, persiste la emergencia humanitaria que se profundiza con el pasar de los días, con altos costos de alimentos y medicinas, colapso de los servicios básicos, deplorables condiciones laborales con un salario mínimo inferior a 4 dólares mensuales, y centros de salud en crisis, entre muchas situaciones, que generan y extienden un terreno fértil para que la represión escale.
Los activistas, que deberían poder documentar y denunciar estas violaciones de derechos humanos, enfrentan la brutal represión física y digital del gobierno.
Además, la crisis económica ha ampliado la brecha digital. Mientras el gobierno tiene a su disposición herramientas tecnológicas de vigilancia de última generación, la sociedad civil lucha con recursos limitados para comunicarse, organizarse y protegerse.
Resiliencia y resistencia en la era digital
A pesar del sombrío panorama que enfrentan los activistas en Venezuela, la lucha por los derechos humanos no se ha detenido. La resiliencia de estos defensores ha encontrado un nuevo frente en el mundo digital, donde, lejos de rendirse, han adoptado estrategias innovadoras para eludir la vigilancia y continuar su labor. Frente a una maquinaria estatal de control masivo, han recurrido a redes descentralizadas, aplicaciones de mensajería cifrada y plataformas seguras de comunicación que protegen su identidad y les permiten coordinarse en condiciones extremas.
Estas herramientas no solo les han permitido esquivar la represión, sino también reorganizarse, compartir información con organismos internacionales y denunciar las violaciones de derechos humanos.
La colaboración y el intercambio de conocimientos han sido fundamentales en esta resistencia digital. Las organizaciones de la sociedad civil han establecido alianzas internacionales que les proporcionan apoyo técnico y capacitación en seguridad digital, permitiéndoles sortear ataques cibernéticos y continuar con su labor de defensa.
El coraje y la creatividad de los defensores y activistas, especialmente aquellos que trabajan en el terreno, han demostrado que, aunque el poder utilice la tecnología para reprimir, esta también puede convertirse en una poderosa herramienta de resistencia.
PALABRAS CLAVE: Vigilancia digital, Represión, Derechos humanos, Emergencia humanitaria, Cierre del espacio cívico
MAP 01.10.2024……